Ampliando el círculo

Son pocas las veces que salimos de nuestros pequeños círculos y miramos el mundo. Son pocas las veces que levantamos la vista y nos hacemos  conscientes de las injusticias y discriminaciones que pasan a nuestro alrededor y, muchas menos, de lo que pasa en otros países. Sólo a veces miramos de cara el sufrimiento de otras personas y nos preguntamos qué podemos hacer para aliviarlo.

Lo hacemos cuando el dolor nos toca, cuando no podemos evitarlo. Cuando son personas que queremos las que sienten dolor, sufren injusticias o discriminaciones. Es entonces cuando despertamos, hacemos nuestro su sufrimiento, nos indignamos y luchamos por cambiar las cosas.

Salimos a la calle a quejarnos y protestar contra nuestros gobernantes cuando nos tocan el trabajo, la educación de nuestros hijos e hijas, el sistema sanitario. Cuando nos tocan  nuestros derechos. Reivindicamos nuestros derechos cuando nos  afecta a nuestro pequeño círculo, cuando nuestra calidad de vida se ve afectada.

Pero ¿hacia dónde miramos cuando son los derechos de las demás personas los que se están vulnerando?, ¿qué pasa con esos derechos y esas personas que no están en nuestro micromundo?, ¿por qué tenemos que ser solidarios con ellas?

Nos han enseñado que ejercer nuestros derechos consiste en que las personas que nos gobiernan nos aseguren unos servicios que cubran nuestras necesidades de educación, salud, trabajo… Que podemos expresarnos libremente, acceder a la justicia y movernos libremente, siempre dentro de las normas y del sentido común.

Nos han enseñado que participar en la vida pública es votar cada cuatro años a las personas que queremos que nos representen. Que ejercer nuestros derechos es una acción pasiva en la que somos meros receptores de servicios que nos facilitan esos gobernantes elegidos. Y no es así.

Ejercer nuestros derechos es un acto de responsabilidad individual y colectiva. Ejercer nuestros derechos supone defender nuestros derechos y los derechos de todas las demás personas, denunciando cualquier vulneración de los mismos y exigiendo a los poderes públicos su garantía. Supone respetar los derechos de todas las personas, siendo consciente de la necesidad de aprender del otro, del enriquecimiento mutuo como camino para lograr un mundo donde todas las personas puedan ejercer sus derechos. Supone promover los derechos desde nuestro círculo más cercano a cualquier otro lugar. Supone participar en la vida pública pensando en el bien común y no en los intereses individuales.

Ejercer nuestros derechos es ser personas solidarias. Es ejercer el derecho a la solidaridad. Supone asumir nuestra responsabilidad conjunta de ayudarnos y trabajar conjuntamente para respetar y defender la paz, la dignidad humana, la igualdad y la equidad en todo el mundo. Supone tomar conciencia de las responsabilidades de los pueblos y las personas respecto a la humanidad.

La solidaridad es un deber de la ciudadanía y una obligación de todos los gobiernos del planeta. Es nuestra responsabilidad levantarnos, luchar y exigir a los gobiernos que se terminen con la injusticia, la desigualdad y la discriminación.

Actuando solos en un mundo como en el que nos ha tocado vivir, no es posible. Si no nos unimos, si no asumimos nuestra responsabilidad colectiva no lo lograremos. Debemos salir de nuestros pequeños círculos, mirar el mundo y transformarlo. Sólo así haremos reales los derechos humanos.

Tenemos la responsabilidad de luchar por nuestros derechos y los derechos de las demás personas. Tenemos la responsabilidad de hacer que la solidaridad sea un derecho para todas las personas.

Paloma García Varela es miembro de la consultora especializada en derechos humanos y cooperación para el desarrollo, ISI Argonauta.

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