Nacho Martínez @nachmz
Embarcados durante décadas en un paradigma liberal, competitivo e individualista, la sociedad internacional no ha estado a la altura que exigen problemas como las desigualdades, la vulnerabilidad humana, la pobreza, o el cambio climático. Problemas cada vez más globales e interdependientes y que ponen en riesgo nuestra vida y la del planeta.
La cooperación para el desarrollo ha sido uno de los principales ámbitos que, en respuesta a estos problemas, ha reunido algunos de los esfuerzos de acción colectiva y colaborativa, aunque sin lograr apartarse en numerosas ocasiones de las lógicas competitivas e instrumentales en el intento de construir un mundo más justo y sostenible.
Por este motivo, la cooperación internacional es un buen ejemplo de la complejidad del presente: se ha esforzado en comprender este mundo complejo, en asumir intelectual y discursivamente la profundidad de sus problemas, pero no ha desarrollado ―no al menos al mismo ritmo― la voluntad o la capacidad para actuar ante esta realidad.
Son varias las crisis que, en este contexto, afectan simultáneamente a la cooperación internacional. Una crisis política, por su incapacidad para articular un sistema de gobernanza democrática y contribuir a las transformaciones necesarias; y una crisis de identidad y legitimidad, dadas sus limitaciones para presentarse como una alternativa fuerte y sólida frente al paradigma competitivo e individualista. Y, si miramos a nuestro entorno más cercano, el caso español, también una crisis por el desmantelamiento de la cooperación española.
Sin embargo, y a pesar de estas crisis, seguramente la cooperación internacional para el desarrollo sea hoy más necesaria que nunca ―dada la complejidad e interdependencia de los problemas que afrontamos― para abordar, desde una acción colectiva, cooperativa y multinivel, las respuestas necesarias. Una acción que se oriente a la transformación de un orden internacional asimétrico, de un modelo dominante de producción y consumo insostenible y generador de desigualdades, y de unas instituciones con evidentes insuficiencias para garantizar el bienestar y los derechos de la ciudadanía global.
Pero si la cooperación internacional quiere aspirar a jugar un papel central en la configuración de un mundo más justo y sostenible, debe abordar una revisión profunda frente a las crisis que la han atenazado y la atenazan. Si bien no existen recetas para ello, sí pueden identificarse algunos elementos para la reflexión.
Uno es la importancia que para la cooperación tiene convertirse cada vez más en una palanca política para generar cambios en otras esferas, para generar así una acción más integral, coherente y colectiva vinculada con la solidaridad internacional.
Otro es la superación de una mirada técnica y tecnocrática en la solución de los problemas del desarrollo. Poner el conocimiento técnico y las soluciones a los problemas en conexión con los análisis generados en clave de economía política del desarrollo es una de las vías para superar esa lógica Norte-Sur con la que el discurso de la cooperación se siente ya tan incómodo.
¿Y qué implica este cuestionamiento? Implica revisar el modelo, las herramientas y las relaciones de cooperación. Por esta razón, se hace fundamental definir de manera participada el horizonte de transformación de la política de cooperación: identificar qué procesos de transformación impulsar para, entonces, plantear qué objetivos integrales de desarrollo perseguir, y qué herramientas y modelo de participación y alianzas desarrollar.
Y, en este intento, es fundamental apostar al mismo tiempo por una narrativa más amplia, integral y universal del desarrollo, que trate de reconstruir la realidad social y política en clave global, y de abandonar, de facto, el paradigma liberal. Una narrativa para decantar el debate social hacia la generación de sentido en torno a la idea de desarrollo global, hacia la sostenibilidad de la vida y del planeta, hacia la garantía de los derechos globales. Y una narrativa para decantar también el debate político hacia la búsqueda de marcos de gobernanza global, democrática y multinivel ―acordes a los desafíos― como modelo político al que aspirar.
Quizá, desde estas bases, podría pensarse y definirse nuevamente la cooperación internacional. Y emerger así con fuerza como forma de acción colectiva para la construcción de un mundo más justo y equitativo, capaz de garantizar la sostenibilidad de la vida y del planeta.
Nacho Martínez (@nachmz) es investigador de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Uniberstitatea y miembro del Colectivo La Mundial (lamundial.org)